Cataluña ¿Nacion historica? ~ la Historia sin Historietas
.988: Cataluña ¿Nacion historica?
domingo, diciembre 19, 2010 | Etiquetas: Cataluña, Siglo X del año 901 al 1000 |
Aquesta provincia [de Catalunya] no sols es Espanya, mas es la millor d’Espanya. C.Despuig, 1557
Para quienes han profundizado en la Historia
no es aventurado afirmar que en todas las ocasiones en que Cataluña se
ha rebelado contra Aragón primero y contra España después, la única
causa ha sido la resistencia de las clases privilegiadas a perder sus
derechos. El pueblo, el verdadero pueblo más pierde que gana con estos
movimientos de rebelión y de lucha y sólo es un instrumento.
Las disputas por cuestión de dinastías, de 1640 y de 1714, las
llamaron luchas nacionales, a la esclavitud reglamentada llamáronle
fueros, y a la reforma o supresión de normas anacrónicas y
antidemocráticas de la vida, atropello.Los “hechos diferenciales” proclamado a través de los años por esa casta de estafadores para justificar su rebeldía frente al Estado, mejor dicho, frente a la soberanía del Estado Español, es sencillamente un mito, por no decir un invento, una leyenda compuesta por juntaletras subvencionados habituados a falsear la Historia de sus mayores.
Si en el orden político es absurdo pensar que los ocho mil dialectos e idiomas del mundo pueden establecer otros tantos hechos diferenciales, o naciones, en el aspecto histórico es más absurdo partir de hechos que chocan frontalmente con lo que nos contaron o transmitieron las antiguas generaciones e inventar unas fantasiosas historias dotándolas del título de artículo de fe para el rebaño, como verdad absoluta y como base para reclamar la nación que nunca existió.
Todos los pueblos de poderosa unidad política despreciaron el hecho diferencial para constituirse en fuertes potencias, en vigorosas nacionalidades, sirviéndoles de aglutinante, de lazo, de vínculo indestructible el idioma principal de la nación. Este fenómeno es viejo ya en Europa y es más elocuente en la joven América.
Frente a estos hechos se levanta en Cataluña una pandilla de pseudo-sabios, de pseudo-historiadores y de pseudo-literatos que poco a poco crean, inventan una nacionalidad de la que sus mayores no se dieron cuenta, no necesitaron, porque ya la tenían, la española.
No se necesitan grandes esfuerzos para demostrar que la “nacioncita” de los nacionalistas y separatistas ,asi como sus “hechos diferenciales” como el del idioma, no tienen una base sólida en que apoyarse, más bien se trata de un truco de trileros, o más bien de una imbecilidad manifiesta.
Afortunadamente hoy se escribe la HISTORIA a base de crítica y contrastando el trabajo del historiador con los distintos elementos de comprobación y depuración que nos da el enorme legado de nuestros mayores en miles y miles de legajos, libros y archivos . La Historia no es leyenda o querer ser lo que no se ha sido.
Al pueblo catalán, como al pueblo vasco o gallego no se le puede deslumbrar con Arcadias idílicas de mentes calenturientas que nos están llevando a tristes aventuras políticas por las taifas que han envenenado el espíritu nacional, dando por realidades las ficciones y por hechos de gran trascendencia los que no existieron en el tiempo.
Maestros son los nacionalistas catalanes de todos los matices –de derechas, izquierdas o medio pensionistas- en el falseamiento de la Historia, continuadores de la fe púnica como bien dijo Ricardo Baroja; todas sus argumentaciones de carácter científico se derrumban estrepitosamente por la base –de barro- para caer en el mayor de los ridículos, con sólo consultar las crónicas de tiempos pasados y las obras de los historiadores que nos precedieron.
Vero verius quid sit, audi: Ahora escucha lo que es más verdad que la misma verdad.- Marco Valerio Marcial:
Esas tierras conocidas hoy como Cataluña, junto con el resto de la costa mediterránea peninsular, fue la que más en contacto estuvo, y con mayor influencia con los pueblos que a lo largo de los siglos antiguos fueron construyendo en la cuenca mediterránea las bases de la Civilización Occidental. Fenicios, griegos, cartagineses y romanos comerciaron con los pueblos mediterráneos y fundaron colonias (Rosas, Ampurias) y los ocuparon, dejando su huella en esas tierras.
En el momento de la conquista romana (siglo III a.C.) el territorio de la actual Cataluña estaba poblado por diversos pueblos de cuya existencia tenemos conocimiento gracias a numerosas fuentes coetáneas: indigetes, laietanos y cessetanos en la costa; ausetanos, cerretanos, lacetanos e ilérgetes en el interior.
Esta zona de la península -más de un milenio después conocida por el nombre de Cataluña- fue parte esencial de la Hispania romana, siendo Tarragona la capital de la provincia Citerior. Barcelona y Lérida fueron asimismo importantes poblaciones romanas. Como en todas las zonas romanizadas, las tribus que ocupaban la Cataluña de aquellos tiempos formaron parte como auxiliares de los ejércitos romanos -al igual que los vascones, por mucho que se trate de ocultarlo-.
En el siglo V esta zona fue incorporada al reino visigodo, siendo Barcelona una de las principales ciudades de dicho reino ya desde tiempo de Ataúlfo y Gala Placidia (415). Incluso fue su capital antes de que se trasladara a Toledo en el siglo siguiente. Otras ciudades catalanas fueron también de gran peso, como Lérida, importante metrópoli religiosa visigoda. Tras la batalla de Guadalete, las oscuras fuentes nos indican que durante unos pocos años los hijos de Witiza continuaron reinando en algunas zonas de la vieja provincia tarraconense, para finalmente desaparecer de la historia y mostrar una Cataluña sometida al poder musulmán.
Durante el siglo VIII la totalidad del territorio que hoy es Cataluña estaría bajo dominación musulmana, llegando ésta incluso a las antiguas provincias visigodas del sur de Francia y a otras partes del territorio francés (Narbona, Tolosa, etc.) En los documentos franceses que durante dos siglos mencionan a los llegados a causa de la invasión musulmana de la zona que hoy es Cataluña, y a sus descendientes, se les conoció con el nombre de “hispani” que entre otras cosas se distinguían de sus vecinos francos por el derecho romano-visigodo por el que continuaron rigiéndose.
La reacción de Carlomagno logró colocar bajo su influencia los valles pirenaicos orientales, siendo conocida esta marca fronteriza de seguridad como la Marca Hispánica. Barcelona fue reconquistada en el año 801. Esta y otros territorios fueron organizados como condados autónomos entre sí: Rosellón, Gerona, Ampurias, Besalú, Ausona, Urgel, Cerdaña, Barcelona y Pallars. Desde el 877, bajo el reinado de Carlos el Calvo, la titularidad de estos condados sería hereditaria.
Durante un siglo esta situación de fragmentación señorial se mantuvo sin grandes cambios hasta llegar a una fecha importante, el cambio dinástico de 987, que entronizaría a Hugo Capeto tras la desaparición de la dinastía carolingia. El conde barcelonés Borrel (947-992), que se hizo llamar duque de Iberia y duque de la España Citerior -detalle olvidado por los historiadores nacionalistas-, parece ser -pues no hay evidencia histórica que lo confirme- que no juró vasallaje a Hugo Capeto, el rey francés cuya ayuda había solicitado tras las arremetidas de Almanzor, que le había llevado a destruir Barcelona en 985. El rey francés no acudió a ayudar en la lucha contra los moros y a recibir el juramento de fidelidad por parte de Borrel, por la sencilla razón de que tuvo que dirigirse a sofocar la rebelión de varios señores en el norte de sus reinos.
De este suceso se ha forzado en nuestros días el nacimiento de un estado catalán independiente, cuyo milenario conmemoró en 1988 , Don Jordi Pujol .
El nacimiento del Estado catalán que reclaman los nacionalistas de hoy
se basa, pues, no en la negativa de Borrel a prestar juramento de
fidelidad al rey franco, sino en la presumible ausencia de homenaje por
falta de dicho rey. Débiles mimbres para tejer la cesta de un Milenario
de un Estado catalán. Sobre todo si tenemos en cuenta que el inflado
episodio de Borrel, aún en la hipótesis de que todo lo anterior fuese
cierto y tuviese la trascendencia que los nacionalistas desean, habrían
sido en todo caso el primer conde de Barcelona -no de Cataluña aún
inexistente- y expresamente vasallo de un rey francés.
El resto de los condados ubicados en lo que siglos después se
conocería como Cataluña no intervinieron en el asunto. Asunto que,
además, no tiene nada que ver con la invención de Estado catalán alguno,
aunque sólo fuese porque Cataluña hacia el año 990 no tenía existencia
terrena ni de hecho ni de derecho y ni tan siquiera de nombre, para lo
cual tendrían que esperar tres siglos aún.
¡Manda collons!
La obsesión por inventar antiguas estatalidades, compartida por el
nacionalismo vasco y el catalán, descansa en la creencia de que con ello
se consigue el justo título para futuras autodeterminaciones. Castilla
ya tenía existencia antes de que ni siquiera la palabra Cataluña hubiese
visto la luz y mientras que Castilla era efectivamente un reino,
Cataluña no lo era; el único reino al que los catalanes pertenecieron
durante la Edad Media fue el de Aragón.
El primer conde en adquirir relevancia
histórica fue Wifredus o Wifredo, llamado el Velloso, quien fuera conde
de Barcelona en torno a los años 878-897. De origen visigodo fue hijo
del conde Sunifredo de Urgel y fue nombrado titular de dicho condado en
sustitución del conde Salomón, el cual fue asesinado. Posteriormente,
tras la rebelión de Bernardo de Gotia y su hijo Guillermo, aliados con
los musulmanes, contra el rey franco Luis el Tartamudo, Wifredo fue
nombrado conde de Barcelona, Gerona y Ausona.
Los historiadores nacionalistas (juntaletras y plumillas
subvencionados) han fabulado desde el siglo XIX hasta nuestros días para
conseguir dotar de pedigrí a su proyecto político. De este modo se ha
hecho de aquel lejano conde el padre de Cataluña y artífice de su
independencia .Evidentemente no pudo ser ni padre, ni tío putativo, ni
vecino del quinto, ni caudillo independentista de una entidad
territorial sobre la que no gobernó salvo en una pequeña parte, que ni
siquiera sería concebible, ni de nombre hasta tres siglos después, y
cuyo mando ejerció en nombre del rey de Francia, del cual fue vasallo.Otro de los episodios más repetidos de la vida de Wifredo es, paradójicamente, uno que nunca tuvo lugar: el relativo al nacimiento de la bandera cuatribarrada. Se trata de la hermosa leyenda sobre las barras de sangre dibujadas por el rey franco Carlos el Calvo en el escudo de Wifredo como premio por su muerte en la lucha contra los normandos, nacida en el siglo XVII, durante los bélicos tiempos –que acabarían con la desmembración de la Cataluña norpirenaica- en los que la Marca Hispánica de tiempos carolingios era utilizada por los franceses para justificar la anexión de Cataluña a Francia.
En primer lugar, no consta la participación de Wifredo en la lucha contra los normandos en 873 –fecha en la que ni siquiera era aún conde de Barcelona-, además de que falleció dos décadas después de Carlos el Calvo y de que en las primeras versiones de la leyenda se hablase de Luis el Piadoso, que ni siquiera fue contemporáneo de Wifredo.
En segundo, en el siglo IX no existían ni las banderas ni la propia palabra “bandera”, tres siglos posterior; ni tampoco existían los escudos heráldicos, introducidos en Europa por los cruzados en el siglo XII.
¡Ya es mala suerte!
En tercero, el primer rey aragonés del que se conoce la utilización de las cuatro barras (denominada senyal real d’Aragó por todos los cronistas de la época, como Muntaner o Desclot, y nunca escut de Catalunya como inventaron siglos después los nacionalistas) es Alfonso II (1162-1196), que reinó tres siglos después de la muerte de Wifredo.
El primer periodo que interesa estudiar es
el que se extiende desde el momento en que los reyes francos crean el
Condado de Barcelona, hasta Wifredo II, el Velloso, quién, según las
leyendas de la historia nacionalista, como ya hemos visto, instituyó la
nacionalidad catalana.
Aunque todos los autores reconocen que durante este periodo, o sea,
desde el año 801 hasta el 874, el Condado de Barcelona se halló bajo el
dominio franco, y en ningún momento los Condes que los gobernaban fueron
naturales del país conocido por Cataluña cuatro siglos más tarde sino
que eran franceses.Fue el primero de los Condes francos de Barcelona el llamado Bera, al que siguieron Bernardo, Berenguer, Udalrico, Wifredo y Salomón. Todos ellos, absolutamente todos, eran oriundos de los países francos, y casaron con damas de la misma nacionalidad, tal como convenía a la buena marcha de las empresas de Ludovico Pío y sus sucesores en el Imperio franco.
Wifredo el Velloso contrajo matrimonio con Winidilda, hija de los Condes de Flandes.
Borrel I gobernó el condado hasta el 912, sucediéndole en el trono su hermano Suniario o Sunyer, hijo también de Wifredo el Velloso y Winidilda.
Sunario ocupó el condado desde el 912 hasta el 953, después de haberse casado con una dama franca, llamada Riquildá, de cuyo matrimonio nació Borrel II. Este se unió a una dama extranjera, Liutgarda, hija de los condes franceses de Auvernia, con la qe tuvo un hijo llamado Borrel III.
Borel II, o Ramón Borrel disfrutó el trono del Condado desde el 992 a 1018 y se casó con Ermesinda, francesa también, hija de los condes de Carcasona. A Borell III le sucedió su hijo Berenguer Ramón I, habido de su matrimonio con Ermensinda y contrajo matrimonio con otra francesa como él, con Sancha, hija de los duques de Gascuña.
A este le sucedió su hijo Ramón Berenguer I, que gobernó el Condado desde 1035 hasta 1076 y que contrajo matrimonio con Isabel, hija de los condes de Carcasona, casó en segundas nupcias con una señora llamada Blanca a la que repudió y finalmente casó en terceras nupcias con Almodís, ex esposa del conde de Tolosa y de la que tuvo dos hijos gemelos: Ramón Berenguer y Berenguer Ramón…
Para no hacer muy extenso el relato digamos que todos los Condes casaron con damas extranjeras, salvo Ramón Berenguer III, ascendido al trono en 1096 y que casó con una de las hijas del Cid, llamada María, de la que tuvo una hija, a la cual casó con un soberano extranjero, y luego en segundas nupcias, con una Almodís, y en terceras nupcias con Dulcia o Dulce, hija de los condes de Provenza.
Ahora, como antes, nos hallamos ante una conclusión innegable: el Condado de Barcelona era un dominio feudal señoreado por familias extranjeras, ligadas desde un principio a los carolingios franceses; el país era en absoluto ajeno a sus Condes y éstos, por lo tanto, no acreditaban sobre él ningún derecho histórico ni racial, sino simplemente el de ocupación que habría de caducar con su incorporación al Reino de Aragón.
Más aún: habían de pasar todavía bastantes años antes de que por primera vez en la Historia apareciese la palabra Cataluña en su forma primitiva de Catalonia o Catalaunia, así como el concepto de catalanes.
El Condado junto a los otros más pequeños no era nación; Cataluña no existía; de los catalanes no se hacía mención. ¿Dónde, pues, estan los datos que permiten siglos después pregonar hechos diferenciales y naciones inexistentes?
Ahora consideremos un segundo periodo de la historia del Condado de Barcelona, periodo que abarca desde el año 874 en que Wifredo el Velloso es nombrado Conde por los asesinos de su antecesor Salomón, hasta Ramón Berenguer IV, quien por el casamiento con la reina de Aragón , y siendo su consorte ,paso desde entonces a la soberanía española –aragonesa- los habitantes de la región nordeste de la Península, después de haber permanecido durante más de tres siglos sujetos a la autoridad franca que los sustrajo a la dominación musulmana, considerándolos desde el principio como extranjeros –ahí están los Preceptos de Ludovico-, y como españoles.
Lo que hoy se llama Cataluña, en suma, permaneció, hasta que Aragón lo reintegró al seno de España casi totalmente reconstruida en la misma situación que las comarcas andaluzas dominadas por los árabes, o sea, bajo un dominio extranjero, pero sin constituir nacionalidad, esperando que la Nación de que habían sido desgajadas por la invasión musulmana, las recuperase para devolverles su verdadera calidad. Las circunstancias específicas eran distintas en las dos situaciones, pero la legalidad era la misma: se trataba de tierras españolas no reincorporadas todavía a España.
Al instituirse el Condado de Barcelona, de igual modo que antes se crearon otros condados de menor importancia, en torno a la nueva entidad feudal se agruparon, como a todo foco irradiador de mercedes y de privilegios, de honores y de halagos, todos los individuos decididos a obtener algo en provecho propio validos de su proximidad al poder. En cuanto a la masa del pueblo, aquella que nada espera ni de unos ni de otros, sino que, como el borrico de la fábula, sabe que con blancos o con negros le tocará siempre llevar la carga y sufrir los palos, se inhibía de la lucha innoble de ambiciones y favoritismos. Numerosas familias godas del condado barcelonés se unieron a familias francesas para estar así más próximamente situadas respecto a los condes y se creó la casta de los nobles y de los ricos hombres que se sucedían de padres a hijos junto al poder condal de igual manera que los condes iban sucediéndose siempre bajo el amparo de sus enlaces con las hijas de otros condes franceses.
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