El síndrome del jarrón chino
En 1997, un año después de perder las elecciones frente a José
María Aznar, Felipe González anunció a su partido y al país que su hora
como líder político había pasado. Era una mañana de viernes, primera
jornada del primer congreso del PSOE después de la derrota electoral.
Felipe dejó el prtido en manos de Almunia, un año después de dejar el
gobierno en manos de Aznar, aunque esto último fue por voluntad popular.
Ya era expresidente y desde entonces era, además, exsecretario general
del PSOE. Para aquella situación, Felipe dejó una máxima que ha hecho
fortuna: un expresidente es como un jarrón chino, que nadie sabe dónde
colocar.
La historia está llena de jarrones chinos expresidenciales. Pero ahora estamos ante el primer caso de jarrón chino pontifical. Los papas no dimitían; no, al menos, desde la Edad Media. Por eso, la foto de un papa abrazado a su antecesor resulta sorprendente y, para los amantes de teorías conspirantivas, incluso inquietante.
El problema de los expresidentes no es tanto qué hacen con ellos sus sucesores, sino más bien qué hacen ellos con sus sucesores. El PSOE nunca ha sabido dónde colocar a Felipe. Y, de hecho, siempre que los socialistas tienen un problema, vuelven la mirada hacia su jarrón chino favorito, que resulta estar colocado donde a él le interesa, y no donde le interesa a quienes mandan en el partido en cada momento. El propio Felipe ha sabido evitar que le colocaran demasiado lejos de la escena. Y, en ocasiones, la ha ocupado con gran estruendo.
Aznar siempre quiso hacer lo contrario que su antecesor en Moncloa, con el afán de diferenciarse por diferenciarse (luego Zapatero hizo lo mismo: diferenciarse de Aznar por el simple afán de no parecerse ni siquiera en los aciertos). Y, sin embargo, el expresidente del PP ha aprovechado cada ocasión que ha tenido para hacerse presente sobre las tablas, y ocupar la atención de todos, admiradores y detractores. En esa actitud, Felipe y Aznar son como dos gotas de agua. Zapatero, de momento, no.
¿Qué lugar ocupará a partir de ahora el jarrón chino papal (dicho esto con todos los respetos)? Por primera vez en la historia (al menos, en los últimos 600 años) se puede hablar con propiedad de “papas”, en plural y en presente. Ratzinger ha sabido hacer algo que no supieron hacer, o no quisieron, o ambas cosas, ninguno de sus predecesores de los seis siglos anteriores: dejar de ser el interlocutor oficial de Dios en la Tierra antes de morir, y por decisión propia (que se sepa). Ahora, por tanto, será él quien diseñe el modelo de papa-vivo-retirado que cohabita con papa-ejerciente-como-sucesor-de-Pedro. Veremos qué hace y qué deja de hacer Benedicto sobre lo que hace o deja de hacer Francisco. Veremos qué opina Francisco sobre lo que hace o deja de hacer Benedicto.
Por el momento , un detalle: la tradición católica dice que los fieles (cardenales incluidos) besan la mano del Papa. En las imágenes del encuentro, difundidas por la Santa Sede, ni Benedicto besa la mano de Francisco, ni Francisco la de Benedicto. Aunque cuando compartieron coche, Bergoglio ocupó el asiento trasero derecho, reservado al Santo Padre, según tuvo interés en destacar el portavoz de Vaticano, antes de que le preguntaran.
(Foto Santa Sede)
La historia está llena de jarrones chinos expresidenciales. Pero ahora estamos ante el primer caso de jarrón chino pontifical. Los papas no dimitían; no, al menos, desde la Edad Media. Por eso, la foto de un papa abrazado a su antecesor resulta sorprendente y, para los amantes de teorías conspirantivas, incluso inquietante.
El problema de los expresidentes no es tanto qué hacen con ellos sus sucesores, sino más bien qué hacen ellos con sus sucesores. El PSOE nunca ha sabido dónde colocar a Felipe. Y, de hecho, siempre que los socialistas tienen un problema, vuelven la mirada hacia su jarrón chino favorito, que resulta estar colocado donde a él le interesa, y no donde le interesa a quienes mandan en el partido en cada momento. El propio Felipe ha sabido evitar que le colocaran demasiado lejos de la escena. Y, en ocasiones, la ha ocupado con gran estruendo.
Aznar siempre quiso hacer lo contrario que su antecesor en Moncloa, con el afán de diferenciarse por diferenciarse (luego Zapatero hizo lo mismo: diferenciarse de Aznar por el simple afán de no parecerse ni siquiera en los aciertos). Y, sin embargo, el expresidente del PP ha aprovechado cada ocasión que ha tenido para hacerse presente sobre las tablas, y ocupar la atención de todos, admiradores y detractores. En esa actitud, Felipe y Aznar son como dos gotas de agua. Zapatero, de momento, no.
¿Qué lugar ocupará a partir de ahora el jarrón chino papal (dicho esto con todos los respetos)? Por primera vez en la historia (al menos, en los últimos 600 años) se puede hablar con propiedad de “papas”, en plural y en presente. Ratzinger ha sabido hacer algo que no supieron hacer, o no quisieron, o ambas cosas, ninguno de sus predecesores de los seis siglos anteriores: dejar de ser el interlocutor oficial de Dios en la Tierra antes de morir, y por decisión propia (que se sepa). Ahora, por tanto, será él quien diseñe el modelo de papa-vivo-retirado que cohabita con papa-ejerciente-como-sucesor-de-Pedro. Veremos qué hace y qué deja de hacer Benedicto sobre lo que hace o deja de hacer Francisco. Veremos qué opina Francisco sobre lo que hace o deja de hacer Benedicto.
Por el momento , un detalle: la tradición católica dice que los fieles (cardenales incluidos) besan la mano del Papa. En las imágenes del encuentro, difundidas por la Santa Sede, ni Benedicto besa la mano de Francisco, ni Francisco la de Benedicto. Aunque cuando compartieron coche, Bergoglio ocupó el asiento trasero derecho, reservado al Santo Padre, según tuvo interés en destacar el portavoz de Vaticano, antes de que le preguntaran.
(Foto Santa Sede)
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