domingo, 14 de abril de 2013

Demasiados perroflautas para poco PP


Demasiados perroflautas para poco PP

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Concentración en la Puerta del Sol. FERNANDO SANCHEZ
El día que Esperanza Aguirre llamó perroflautas a quienes acampaban en la Puerta del Sol de Madrid coreando lemas como “no nos representan”, comenzó un cambio de sistema político que aún se está gestando, nadie se atreve a decir cómo y cuándo cristalizará pero, sin duda, barrerá esta pseudodemocracia en la que estamos viviendo y que ya es intolerable para la mayor parte de la ciudadanía.
¿En qué momento comenzó a caerse nuestro sistema político? ¿Fue cuando Rubalcaba era aún ministro del Interior y ordenó desalojar la Puerta del Sol un 15 de mayo? O quizá cuando su sustituto, Jorge Fernández Díaz decidió que el Congreso de los Diputados se rodeara con vallas y que permaneciera así hasta hoy, no vaya a ser que el pueblo se acerque.
Probablemente las primeras grietas se abrieron antes, con la desregulación de los mercados financieros y el ejercicio corrupto de decenas de representantes públicos que decidieron robar con impunidad (y aún no han devuelto su botín).
Pero las paredes se desconcharon y comenzaron a caernos encima con las primeras agresiones: desahucios indiscriminados, las estafas de las preferentes, una reforma laboral que expulsa del mercado a trabajadores y trabajadoras con una indemnización de calderilla y a otros, ni les deja entrar; con el expolio a la educación pública, con el atraco al sistema público de salud, con el recorte de los subsidios… (No sigo, la historia de la miserable actuación de los últimos meses es de sobra conocida por todos, es nuestra historia).
Frente a la desvergüenza, el esfuerzo de la ciudadanía por sobrevivir y defender derechos que creíamos consolidados y este gobierno pretende dejar en migajas. La solidaridad sale a flote de manera espontánea y, junto a ella, una organización social y política desconocida. Ni siquiera durante el final de la dictadura franquista y los años de la Transición, estuvo tanta gente movilizada.
El 15-M no sólo no ha desaparecido, como proclaman políticos y periodistas que no pisan la calle y continúan escribiendo y hablando al ritmo de los argumentarios que diariamente envían los decadentes partidos mayoritarios, sino que se ha multiplicado a ritmo casi exponencial. Las asambleas están presentes y en incesante actividad en todos los barrios de las grandes ciudades, extendidas por numerosos pueblos de todas las Comunidades Autónomas; las mareas se han especializado en los problemas sectoriales y van ganando batallas judiciales, sacando las vergüenzas de las administraciones, los responsables políticos y sus funcionarios al hacer los informes de ahorro que debían haber presentado ellos antes de tomar medidas de recorte sin explicaciones ni “memorias económicas”. Desde los bomberos hasta los cerrajeros que desobedecen para no ser cómplices de los desahucios pasando por los jubilados yayoflautas, la juventud emigrante que se manifiesta bajo el eslogan “No nos vamos, nos echan”; el profesorado, las madres y padres de alumnos, la universidad, el personal sanitario, el funcionariado, la administración de justicia en todos sus estamentos, los farmacéuticos, el tercer sector, los investigadores, las ONG`s, los asistentes sociales, el mundo de la cultura, los afectados por los ERES, la subida de las tasas judiciales o el desmantelamiento de las ayudas a la dependencia… hasta parte del ejército, que ha convocado una manifestación para el próximo 27 de abril frente al Ministerio de Defensa.
Ante tanto perroflauta y en un país donde se sufre un desahucio cada 15 minutos, el gobierno solo ofrece violencia: policial, económica (con multas por ejercer el derecho a la protesta imposibles de pagar para la mayoría) y verbal.
Empezando por el presidente Rajoy que asegura que los escraches son “profundamente antidemocráticos” (el mismo presidente que atenta contra la esencia misma de la democracia cuando dice y repite que no ha cumplido su programa electoral pero ha hecho lo que tenía que hacer), pasando por la riada de dirigentes del PP y sus voceros que asocian a los miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca con el entorno de ETA y llegando al ejercicio explícito de la amenaza del ex diputado popular y hasta ayer miembro del partido, Sigfrid Soria, anunciando a través de twitter que si algún perroflauta le llegar a acosar por la calle, a intimidar o a agredir, “la hostia que se lleva ni se la va a creer”.
Una violencia verbal que por mucho que ejerzan, no va a ocultar que la mentira es el instrumento de trabajo del gobierno, el silencio su estrategia habitual y la represión el único arma que conoce frente a la protesta. Hay tres iconos de esta destrucción sistemática de nuestro sistema político: el presidente Rajoy compareciendo ante la ciudadanía a través de una pantalla de plasma sin aceptar preguntas, el Congreso de los Diputados vallado y los informativos de los últimos meses en los que todos los días podemos ver gente desfilando por los juzgados acusados de robar millones de euros que nadie sabe dónde están y familias humildes arrastradas por el suelo para sacarlas de su casa.
Como dejó dicho Gary Wills, “el radicalismo de ayer se convierte en el sentido común de hoy”. Ya pueden reforzar las vallas del Congreso, ya puede el presidente Jesús Posada expulsar a los invitados de las tribunas, ya pueden imponer a la ciudadanía, por decreto ley reforzado con multas y porras policiales sin identificación, órdenes de alejamiento de los políticos, que los problemas continúan sin resolverse y a la gente nos va la vida en ello.
La hostia se la van a llevar quienes aún no se han dado cuenta de que, como decía Victoria Sau, “el poder resultante de un abuso de poder, nunca es para siempre”.
Quizá lo seguiremos llamando democracia pero lo que resulte de este proceso de desobediencia y toma de conciencia de la ciudadanía, no se parecerá a lo estamos soportando. Y una de las primeras cuestiones a aclarar es a qué llamamos violencia.

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