
Cuando en 1977 falleció René Goscinny, las colecciones de cómics de las que era guionista buscaron cubrir el hueco que dejó siguiendo distintos derroteros. Morris recurrió a diversos guionistas para los nuevos álbumes de Lucky Luke, con resultados que iban desde lo entretenido a lo soso, pasando por títulos tan lamentables como Klondike; Tabary
siguió por su cuenta con las aventuras del Gran Visir Iznogud, pero
carecía de la imaginación para los breves rompecabezas argumentales (aún
recuerdo con la boca abierta maravillas como El calendario mágico, o El camino que no lleva a ningún sitio)
con que Goscinny ilustraba la obsesión del protagonista por conseguir,
ya saben, ¡SER CALIFA EN LUGAR DEL CALIFA! y optó por historias más
convencionales, alejadísimas del concepto original.
Uderzo optó por hacer lo mismo con Asterix. Por desgracia.
Que la crítica de cómics, a
diferencia de la de cine, libros o teatro, sea considerada en España una
tontería menor es lo que ha permitido que Uderzo haya seguido
perpetrando impunemente unos álbumes que han aumentado sus ventas con
cada nueva entrega, al tiempo que su calidad bajaba sin parar. Yo es que he alucinado durante todos estos años, de verdad. La ristra de horrores que comenzó con La Gran Zanja y desde ahí ha seguido a peor (aunque pareciera imposible), era saludada (o publicitada) por los medios de comunicación
echando las gorras al aire, sin que nadie, salvo algunas revistas
especializadas, se molestara en publicar una crítica un poco
constructiva del contenido y en avisar a los lectores del calvario que
les esperaba hasta llegar al banquete final.
La versión oficial cuenta que Goscinny falleció tras completar el guión de Asterix en Bélgica,
pero cuesta creerlo cuando se repasa el sinsentido que son las últimas
páginas (además de que la excusa que pone en marcha la trama es la más
absurda de toda la serie). Sí recuerdo una crítica (pero no al autor, y
bien que me gustaría citarlo) que señalaba que la decadencia de Asterix ya había comenzado con La gran travesía, un título más bien flojo, aunque se recuperó con Obelix y compañía, una repetición del esquema de La residencia de los dioses, pero desarrollada con la imaginación y comicidad de una pareja creadora todavía en plena forma.
“¡No chabemoch dónde echta Alechia!” –
“¡CÓRCEGA ES LA PESADILLA DE LOS ROMANOS ¿HAS ENTENDIDO, GORDO?! ¡YO NO
ESTOY GORDO Y YO SOY TAMBIÉN LA PESADILLA DE LOS ROMANOS!”. – “¿Son
esclavos?” “¡Son mis socios! Lo que pasa es que el contrato lo redacté
yo y lo firmaron sin haberlo leído del todo. Yo soy el presidente
director general…” – “¡Si señó! ¡He debió hacerme pi’ata como mi p’imo
‘emano, el que ha tíunfao en la vida!” – “No se come las palabras”,
“Tiene una envidia devoradora”, “Es mordiente…” “No utilicéis esas
expresiones. Me hacéis pensar en los cocodrilos…”. La época dorada de Asterix está llena de estas citas,
que los aficionados más veteranos tenemos grabadas tras años de
relectura. Con la etapa Uderzo, llegó el desierto y los lectores
quedaron condenados a vagar por la eternidad en un páramo de chistes
forzados y sin gracia.

…¡Ferpectamente!
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