EN TEROR,…NATALIA Y YOLANDA,..POESÍA Y PINTURA EN EL RUMOR DE LA VILLA MARIANA.
(“Tertulia canaria” por Juan Sosa Suárez, “Belarmino”, en El Eco de Canarias el 8 de febrero de 1968)
Primer domingo de febrero en este Teror de los paseos silenciosos de
González Díaz y los castaños grises y rumorosos. El pino en alto y como
dando la bienvenida al forastero o visitante. Hay campanas que esparcen
pausados sones sobre la lobreguez y la pureza del viejo templo. Estamos
en Teror y todavía nos queda el eco de las peregrinantes canciones:
"Ay, Teror. Teror, Teror,
ay, Teror, qué lindo eres..."
Nos ha traído a la histórica villa de las fuentes perennes y los valles
en flor, el deseo de compartir unas horas, amablemente invitados, con
los señores de Graziani y su hija, la pintora Yolanda. Damos por feliz
nuestra arribada a esta paz, a este rincón entre flores y nubes,
parabienes y abrazos. Y esta luz tenue, y este aire dulcísimo, abanico
que se nos abre en el hogar, oliente a paz y a claridad, de nuestros
amigos.
¿A través de estas improvisadas ventanas, desde estas
soledades, cómo llegará el lejano palpitar del mundo? Imagino que, más
de un vez, los ojos se cerrarán y volverán a abrirse, oyéndose el viento
o la lluvia, para volverse a cerrar sobre la leve almohada de las
cavilaciones. Todo parecerá lejano, insistente, diferente, hasta que la
luz de la amanecida inunde el corazón de nuevas esperanzas.
Yolanda debe de tener aquí un álbum poblado de recuerdos. La flor de su
juventud, su primer colegio y su primera pintura, y el color y la música
de otras estancias, con la nostalgia y la historia de los lares
lejanos.
Por eso nos ha abierto el cuarto de sus óleos y
ensueños. Su sala de sufrimiento pictórico, donde las noches le amanecen
con la luz primera, apenas sin haber dormido. Cuadros de pasión,
fragmentos de deliquios y esperanzas, arrancados al silencio y a la
soledad. Poemas de su corazón con patéticos colores.
Está aquí
Natalia (1). Subió hace unos días a gozar el atardecer, desde este
promontorio, sobre los barrancos, cruces y herbazales de este idílico
Teror. A gozar esta nueva experiencia por si su corazón, otra vez,
escribe para los demás aquellas cartas dirigidas al mar, sólo que esta
vez, al monte que azulea y al agua resbalante cañaveral abajo.
Don Agustín nos toca en su ocarina dulces aires napolitanos. Don
Agustín, y con él todos los de su sangre, se siente orgulloso de tener a
Yolanda. Su corazón nos lo dice soplando, agitado, el sentimental
instrumento.
Luego de la mesa hemos pasado a la tertulia. Las
paredes escuchan. El mundo está lejos. Gorjean los pájaros en la tarde
que ha empezado a entibiarse. Ha ido pasando la tarde. Todo parece
alejarse. Este encanto familiar, como aquel de Antonio Machado, a la
sombra del familiar retrato, no desea romperse.
Sin embargo, nos despedimos para volver otro domingo, otro mediodía cualquiera. Volver. ¿No es como una esperanza?
(1) Natalia Sosa Ayala, la extraordinaria escritora, hija de “Belarmino”.
EN LAS FOTOS, NATALIA SOSA Y YOLANDA GRAZIANI.
http://www.facebook.com/photo.php?fbid=267539069970293&set=pb.100001426064608.-2207520000.1360950376&type=3&theater
EN TEROR,…NATALIA Y YOLANDA,..POESÍA Y PINTURA EN EL RUMOR DE LA VILLA MARIANA.
(“Tertulia canaria” por Juan Sosa Suárez, “Belarmino”, en El Eco de Canarias el 8 de febrero de 1968)
Primer domingo de febrero en este Teror de los paseos silenciosos de González Díaz y los castaños grises y rumorosos. El pino en alto y como dando la bienvenida al forastero o visitante. Hay campanas que esparcen pausados sones sobre la lobreguez y la pureza del viejo templo. Estamos en Teror y todavía nos queda el eco de las peregrinantes canciones:
"Ay, Teror. Teror, Teror,
ay, Teror, qué lindo eres..."
Nos ha traído a la histórica villa de las fuentes perennes y los valles en flor, el deseo de compartir unas horas, amablemente invitados, con los señores de Graziani y su hija, la pintora Yolanda. Damos por feliz nuestra arribada a esta paz, a este rincón entre flores y nubes, parabienes y abrazos. Y esta luz tenue, y este aire dulcísimo, abanico que se nos abre en el hogar, oliente a paz y a claridad, de nuestros amigos.
¿A través de estas improvisadas ventanas, desde estas soledades, cómo llegará el lejano palpitar del mundo? Imagino que, más de un vez, los ojos se cerrarán y volverán a abrirse, oyéndose el viento o la lluvia, para volverse a cerrar sobre la leve almohada de las cavilaciones. Todo parecerá lejano, insistente, diferente, hasta que la luz de la amanecida inunde el corazón de nuevas esperanzas.
Yolanda debe de tener aquí un álbum poblado de recuerdos. La flor de su juventud, su primer colegio y su primera pintura, y el color y la música de otras estancias, con la nostalgia y la historia de los lares lejanos.
Por eso nos ha abierto el cuarto de sus óleos y ensueños. Su sala de sufrimiento pictórico, donde las noches le amanecen con la luz primera, apenas sin haber dormido. Cuadros de pasión, fragmentos de deliquios y esperanzas, arrancados al silencio y a la soledad. Poemas de su corazón con patéticos colores.
Está aquí Natalia (1). Subió hace unos días a gozar el atardecer, desde este promontorio, sobre los barrancos, cruces y herbazales de este idílico Teror. A gozar esta nueva experiencia por si su corazón, otra vez, escribe para los demás aquellas cartas dirigidas al mar, sólo que esta vez, al monte que azulea y al agua resbalante cañaveral abajo.
Don Agustín nos toca en su ocarina dulces aires napolitanos. Don Agustín, y con él todos los de su sangre, se siente orgulloso de tener a Yolanda. Su corazón nos lo dice soplando, agitado, el sentimental instrumento.
Luego de la mesa hemos pasado a la tertulia. Las paredes escuchan. El mundo está lejos. Gorjean los pájaros en la tarde que ha empezado a entibiarse. Ha ido pasando la tarde. Todo parece alejarse. Este encanto familiar, como aquel de Antonio Machado, a la sombra del familiar retrato, no desea romperse.
Sin embargo, nos despedimos para volver otro domingo, otro mediodía cualquiera. Volver. ¿No es como una esperanza?
(1) Natalia Sosa Ayala, la extraordinaria escritora, hija de “Belarmino”.
EN LAS FOTOS, NATALIA SOSA Y YOLANDA GRAZIANI.
http://www.facebook.com/photo.php?fbid=267539069970293&set=pb.100001426064608.-2207520000.1360950376&type=3&theater
(“Tertulia canaria” por Juan Sosa Suárez, “Belarmino”, en El Eco de Canarias el 8 de febrero de 1968)
Primer domingo de febrero en este Teror de los paseos silenciosos de González Díaz y los castaños grises y rumorosos. El pino en alto y como dando la bienvenida al forastero o visitante. Hay campanas que esparcen pausados sones sobre la lobreguez y la pureza del viejo templo. Estamos en Teror y todavía nos queda el eco de las peregrinantes canciones:
"Ay, Teror. Teror, Teror,
ay, Teror, qué lindo eres..."
Nos ha traído a la histórica villa de las fuentes perennes y los valles en flor, el deseo de compartir unas horas, amablemente invitados, con los señores de Graziani y su hija, la pintora Yolanda. Damos por feliz nuestra arribada a esta paz, a este rincón entre flores y nubes, parabienes y abrazos. Y esta luz tenue, y este aire dulcísimo, abanico que se nos abre en el hogar, oliente a paz y a claridad, de nuestros amigos.
¿A través de estas improvisadas ventanas, desde estas soledades, cómo llegará el lejano palpitar del mundo? Imagino que, más de un vez, los ojos se cerrarán y volverán a abrirse, oyéndose el viento o la lluvia, para volverse a cerrar sobre la leve almohada de las cavilaciones. Todo parecerá lejano, insistente, diferente, hasta que la luz de la amanecida inunde el corazón de nuevas esperanzas.
Yolanda debe de tener aquí un álbum poblado de recuerdos. La flor de su juventud, su primer colegio y su primera pintura, y el color y la música de otras estancias, con la nostalgia y la historia de los lares lejanos.
Por eso nos ha abierto el cuarto de sus óleos y ensueños. Su sala de sufrimiento pictórico, donde las noches le amanecen con la luz primera, apenas sin haber dormido. Cuadros de pasión, fragmentos de deliquios y esperanzas, arrancados al silencio y a la soledad. Poemas de su corazón con patéticos colores.
Está aquí Natalia (1). Subió hace unos días a gozar el atardecer, desde este promontorio, sobre los barrancos, cruces y herbazales de este idílico Teror. A gozar esta nueva experiencia por si su corazón, otra vez, escribe para los demás aquellas cartas dirigidas al mar, sólo que esta vez, al monte que azulea y al agua resbalante cañaveral abajo.
Don Agustín nos toca en su ocarina dulces aires napolitanos. Don Agustín, y con él todos los de su sangre, se siente orgulloso de tener a Yolanda. Su corazón nos lo dice soplando, agitado, el sentimental instrumento.
Luego de la mesa hemos pasado a la tertulia. Las paredes escuchan. El mundo está lejos. Gorjean los pájaros en la tarde que ha empezado a entibiarse. Ha ido pasando la tarde. Todo parece alejarse. Este encanto familiar, como aquel de Antonio Machado, a la sombra del familiar retrato, no desea romperse.
Sin embargo, nos despedimos para volver otro domingo, otro mediodía cualquiera. Volver. ¿No es como una esperanza?
(1) Natalia Sosa Ayala, la extraordinaria escritora, hija de “Belarmino”.
EN LAS FOTOS, NATALIA SOSA Y YOLANDA GRAZIANI.
http://www.facebook.com/photo.php?fbid=267539069970293&set=pb.100001426064608.-2207520000.1360950376&type=3&theater
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