CUENTOS DE LA ABUELA XANINO
EL CONEJO DON ADALBERTO
El conejo Don Adalberto era el profesor de la Escuela del jardín
de la Rosaleda. Vivía solo en una madriguera en el abeto más grade del
jardín y como se estaba haciendo un poquito viejo y se aburría mucho,
todos los vecinos intentaban buscarle una novia para que, así, pudiera
casarse y tener una buena compañía.
Don Adalberto que era un conejo muy tranquilo, no se enteraba de los
tejes y manejes de sus convecinos y sólo se preocupaba de preparar bien
sus lecciones para que todos los alumnos de su escuela aprendieran mucho
y bien. Además de ser tranquilo, el conejo Don Adalberto era bondadoso y
muy simpático y aunque charlaba mucho con cualquiera que se encontrase
por el camino cuando salía de la escuela, también le gustaba bastante la
soledad. El único que conseguía sacarlo de su casa, era el
bibliotecario Don Kiskilloso, un oso hormiguero que siempre estaba muy
enfadado y al que cualquier cosa le molestaba mucho. Sin embargo, con
Don Adalberto no se enfadaba nunca y eran unos grandes amigos que se
reunían cada martes y cada jueves en la Biblioteca para curiosear en
libros antiguos cosa que a los dos les gustaba mucho hacer.
El saltamontes Triquiñuelas, que siempre estaba preocupado por todo lo
que sucedía en el jardín de la Rosaleda, era el que tenía más interés en
buscarle una novia a Don Adalberto y, un día, cuando más preocupado
estaba sentado encima de la berza del huerto de la Ratona Matildita,
jugando a las cartas con el Cuclillas, se enteró de que llegaba al
jardín, procedente de Segovia, una conejita que se llamaba Fuencisla y
que iba a poner un taller de modista para coser los trajes de todas las
señoras que quisieran ser vestidas por ella. Aquella noticia le
entusiasmó y estuvo muy pendiente de la llegada de la conejita Fuencisla
para conocerla y así ver si podía ser una buena candidata para esposa
de Don Adalberto.
Como Don Adalberto el conejo, además de
tranquilo y bondadoso era muy tímido, Triquiñuelas sabía que debería
pensar en la manera de que el profesor y la modista se conocieran y
como estaba muy cercano su cumpleaños, escribió unas tarjetas de
invitación a todos los vecinos para que asistieran a la fiesta que
celebraría aquel día tan especial.
¡Madre, madre… la que se
armó…! Todas las señoras querían estrenar vestido nuevo y ¡hasta cola!
había en la puerta del taller que la conejita Fuencisla puso en la
Rosaleda. La verdad es que ganó unas cuantas monedas que ingresó en el
Banco pero… ¡hay qué ver cómo trabajó la pobre…! ¡ufff! ¡todo el día y
toda la noche dale que dale a la máquina de coser!
El caso
es que cuando llegó el día de la fiesta, todas estaban tan reguapas con
sus vestidos nuevos, sus collares y sus pulseras que se miraban unas a
otras a ver quien era la que llevaba el vestido más bonito pero, en
confianza, amiguitos, todas, todas, estaban de lo más elegante porque la
conejita Fuencisla era una maravillosa modista.
¡Ay, pero qué
pasó! Pues que como había trabajado tanto para las demás, la conejita
Fuencisla no había tenido tiempo de coser un vestido nuevo para ella…
perooo, como no era nada presumida, se fue a la fiesta con uno que
aunque ya estaba bastante usado le quedaba de maravilla. Se puso un
sombrero con una lazada azul muy ancha que había comprado en la mercería
de la cochinilla Zurcita que vendía cintas de todos los colores habidos
y por haber, y con una tarta de manzana deliciosa horneada por ella
misma como regalo de cumpleaños, se fue a la fiesta del saltamontes
Triquiñuelas.
Cuando llegó ya estaban todos en la fiesta,
hablando y riendo mientras unos tomaban limonada y otros explicaban
chistes y el saltamontes Triquiñuelas que era muy listo, en cuanto la
vio, la sentó justo al lado de Don Adalberto el conejo y Don Kiskilloso
el oso hormiguero el bibliotecario y ¡no veáis lo que disfrutaron! Claro
que la primera vez que la conejita Fuencisla saludó a Don Kiskilloso,
éste le respondió my malhumorado y la dejó un poco sorprendida pero todo
se arregló.
-Mucho gusto en conocerle, Don Kiskilloso- le dijo
la conejita Fuencisla cuando se lo presentaron, pero el oso hormiguero,
en lugar de responder: “estoy muy bien, gracias, y usted señorita
Fuencisla ¿cómo está? ¿le gusta la nueva ciudad?”. Que es lo que se dice
cuando te presentan a alguien, pues no, va y le dice de muy malos
modos:
-¡Qué pasa heeee!
Al oírlo, Fuencisla se
llevó un susto morrocotudo, tanto que casi se pone a llorar porque creía
que había hecho algo mal y fue entonces cuando el conejo Don Adalberto,
que no le quitaba el ojo de encima a la conejita, tomó cartas en el
asunto –que quiere decir que le explicó a la conejita Fuencisla lo
quisquilloso que era Don Kiskilloso y que no le hiciera caso porque, en
el fondo, era una buena persona.
La conejita le agradeció a
Don Adalberto la explicación con una sonrisa que le llegaba de oreja a
oreja porque aquel don Adalberto tenía cara de ser muy sabio y le caía
muy bien… Y así empezaron a conocerse Don Adalberto el conejo y
Fuencisla la conejita recién llegada de Segovia. Desde aquel momento, el
saltamontes Triquiñuelas que no perdía detalle de lo que sucedía entre
la pareja de conejitos, se desentendió de todo porque, cuando vio como a
Don Adalberto se le caía la baba cada vez que miraba a la conejita
Fuencisla y que ésta –la conejita-, no paraba de sonreír, supo que
pronto asistirían a la boda.
Y así fue amiguitos. A
partir de aquel día, Don Adalberto se perfumaba cada vez que terminaba
sus clases, se peinaba con raya en medio, se limpiaba bien las gafas, la
uñas y los dientes, compraba un ramo de flores y se iba, tan feliz, al
taller de la modista a comerse unos picatostes con chocolate a los que
siempre le invitaba la conejita Fuencisla.
La boda la
fijaron para el primer día de primavera y mientra esperaban ese momento,
La conejita Fuencisla se hizo –a escondidas del novio, claro-, el traje
de novia más bonito que os podáis imaginar, con una cola larguísima y
un tul para la cabeza que le regaló la araña Malospelos, ¡preciosoooooo!
Pero eso ya lo contaremos en otro cuento, ahora me voy deprisa a
casita ¡que se me quema la paella¡ ¡Huyyyy , si es que con esto de
explicar cuentos, se me va el santo al cielo, ayayayay, si es que tengo
una memoria…¡
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